Estuvimos en una habitación cuádruple, muy bien porque realmente era como un apartamento con entrada al mismo y dos habitaciones ( con dos camas cada una) separadas por el baño. Ambas habitaciones tienen ventanas al exterior. Fuimos con los niños y el perro, y nos trataron de lujo: encantadores desde el primer momento hasta que nos fuimos. El desayuno, incluido en el precio, con dos tostadas por cabeza y una bandeja con mantequilla, mermeladas, tomate triturado, aceite virgen y otra bandeja con magdalenas, un enorme jarro con leche y otro con un delicioso café. El lugar es muy tranquilo, sin ruido, y a los pies del castillo, en la antigua carretera que conduce a Galicia. Solo da pena el progresivo abandono de este precioso hotel tan longevo.
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