A pocos kilómetros de Ronda y cerca de los pueblos blancos de Cádiz, como Setenil de las Bodegas, Grazalema y Zahara de la Sierra. Se trata del típico cortijo andaluz, perfectamente restaurado y rehabilitado por sus propietarios, que lo recibieron en herencia. El sitio es precioso, limpio y muy cuidado. Se respira paz y tranquilidad. En plena naturaleza, el canto de los pájaros es la música de fondo de un escenario de fantasía. Los jardines exhuberantes y muy cuidados. Se ha respetado fielmente la construcción original y el entorno natural. Las habitaciones, sencillas pero limpias y bien cuidadas. Las zonas comunes, acojedoras. La piscina, ideal. Cenar en el patio de lo que en su día fueron las cuadras y establos del cortijo, al atardecer, es una experiencia inolvidable. El establecimiento está gestionado directamente por sus propietarios y una mínima ayuda de personal externo. Todos ellos son personas encantadoras. Solo puedo decir que estoy deseando volver en cuanto pueda.
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